La reciente designación de Amado Hernández como virtual candidato del Movimiento Ciudadano ha generado un profundo malestar entre la ciudadanía y los observadores políticos, quienes ven en esta elección un claro ejemplo de las prácticas antidemocráticas que corroen nuestro sistema político.
Resulta alarmante observar cómo, una vez más, un político carente de principios y lealtad ideológica encuentra refugio en un partido político que parece carecer de filtros éticos y morales en sus procesos de selección de candidatos. Hernández, quien ha sido identificado como un típico “chapulín” político, demuestra su falta de compromiso con un proyecto político definido al cambiar de partido según sus conveniencias personales.
El término “chapulín” se ha vuelto tristemente familiar en nuestra sociedad, representando a aquellos políticos oportunistas que, ante la falta de éxito en sus propias agrupaciones, buscan acomodo en otras organizaciones con el único propósito de asegurar su permanencia en el ámbito político. La conducta errática de Hernández no solo evidencia su falta de integridad, sino que también socava la confianza de la ciudadanía en el proceso electoral y en las instituciones democráticas.
Es imperativo que la ciudadanía tome conciencia del peligro que representan los políticos como Amado Hernández, quienes ven la política como un medio para satisfacer sus ambiciones personales en lugar de un servicio público orientado al bienestar colectivo. La tolerancia hacia este tipo de prácticas solo perpetúa la corrupción y la falta de representatividad en nuestro sistema político.
En este contexto, es fundamental que los partidos políticos asuman su responsabilidad en la selección de candidatos éticos y comprometidos con un proyecto de país claro y definido, en lugar de acoger a “chapulines” políticos cuya lealtad es tan fugaz como sus cambios de afiliación partidista. La democracia merece candidatos íntegros y coherentes, no oportunismo político disfrazado de compromiso cívico.